
Se me desarma la existencia,
me aplastan los años
susurrando que es temprano
para morir,
pero demasiado tarde para otras cosas.
Se me van las horas
entre lo que escribo
y las ideas que jamás
serán inmortalizadas,
aún así,
los minutos corren
sin que nadie los persiga,
porque a decir verdad
quisiera que se quedaran más tiempo,
no me gusta tomar el té a solas,
a estas horas,
ya ni Morrison
viene a ronronear
mientras escribo,
y Lola no muerde mis zapatos.
Maldita sea mi esencia suicida,
maldito sea
el segundo día,
del quinto mes...